Pere Salinas
Te escribo desde un sitio de mi tiempo,
un lugar que habito
sin saber siquiera donde iré a parar.
He sabido besos tan malignos,
que son como encontrarse
en un bosque en penumbras,
el peligro acechando,
el rostro arañado por las ramas.
He conocido hombres invisibles
de corazón negro,
transformado en piedra.
Los he visto tripulando aviones
marcando el objetivo
pulsando la tecla que cegará,
abrirá llagas,
quemaduras,
partirá niños en pedazos
vomitando muerte.
Los hombres de corazón negro
entraron en la frontera del destierro.
Son alimañas que roen las entrañas
de cuerpos quemados que no huelen,
sangre que no ven,
alaridos que no sienten.
Los hombres de corazón negro
van y vienen por el mundo
son legiones sin cerebro
ejecutando planes
marcando objetivos:
seres de todas las edades
eran la nada,
círculo y cruz de la muerte de ese día
y del día siguiente
y del otro
y del otro.
Los días de sufrimiento de nunca acabar.
El horror que he visto hoy
y desde que tengo memoria
me ha dejado
sin aliento
pensando
qué lejos estamos del miedo y el dolor.
Hoy vi a los hombres
de corazón negro.
Fernanda Martínez Gadea
Está escrito en los designios más altos de la vida: tú, ya no serás otra. Aunque revivas y te reviertas, ya no serás otra!
ResponderEliminarGracias Dalmiro, pienso que nadie se salva de sentir el dolor de otros como si fuera nuestro, como si fuera una llaga abierta en nuestra piel, desgarrando el alma!
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